martes, 15 de marzo de 2011

Me invento a cada rato

Me invento a cada rato
que estás conmigo en este mundo desolador,
me invento y creo realmente
que tiras de mis cuerdas
y me jalas y me llevas contigo.

Mujer,
que mi húmeda ansia te ha envuelto,
hoy no estoy contigo,
ni tú estás conmigo,
solo estamos,
solos,
unidos.

Mujer,
mujer de ojos  de fuego,
no es que me lleves,
preciso, tras tus pasos de penumbra;
es que juntos hacemos el camino,
abrimos las gotas de lluvia,
y caminamos, interminables,
infinitos.

Mujer,
hoy te amo,
entre los frios amaneceres de la montaña,
entre las balas de ideas
y las voces lejanas;
entre la luna y la tierra,
entre las negras noches de playa…
Te amo,
entre tus tibios brazos,
entre estas sabanas que nunca habían sentido el ardor
de cuerpos que se fusionan;
entre tus piernas…
Te amo:
resuena en la habitación oscura,
desde el poste de la esquina
al pensamiento más lejano.

Tú,
 maestra de mis danzares,
enemiga de mi soledad,
silencioso latido de mis venas,
me derramo en tu recuerdo,
en tu eterna ausencia de segundos
frágiles momentos de tensión,
cristales que rompo con mis suspiros,
con mis anhelos de tus vapores,
con el hueco en mi pecho,
con tu silueta marcada en mi almohada,
con tus frases grabadas en mi espalda.

A la misma hora,
nos recordamos, nos entendimos,
nos enamoramos,
nos dimos cuenta que éramos idénticos,
del rompecabezas en nuestras bocas,
de mi mano atascada en la tuya,
de la incesante de necesidad del primer beso,
de los demás, todos los besos.

Con mi lengua te saboree,
sabes amor, a nubes de marzo,
a hojas de bosques cercanos,
a licor de ciudades lejanas,
a tus labios, a sangre palpitante,
al agua que expulsas,
al primer vistazo de tu rostro.

Mujer,
hoy te amo,
esto lo sé,
lo sabemos, amor;
hoy te amo,
mientras mis brazos te envuelven
y mis llamas te abrazan,
mientras tus cristalinos ojos me penetran,
mientras te vuelves eterna.