El diluvio
inmenso, eterno,
al calor de los cuerpos se evapora,
húmedo, total,
el espasmo de la vida,
mientras transcurre el espacio,
entero.
El agua,
espesa, dulce,
placentera,
cayendo eterna,
delgada y lenta,
cada vez más lenta,
como los océanos lejanos,
en ríos y ríos.
Inundandote,
pasando por tu medula,
recordante viejas imágenes,
futuros no recorridos,
tierras mojadas,
paisajes desconocidos.
Y te incendias,
te cala en los huesos
te tensa las venas
caminando a grumos;
el latido del corazón
como tambor de guerra,
Uñas rasgándonos,
las dos montañas abiertas
con denso aire por dentro,
lagos,
mares,
océanos,
toneladas de placeres;
amarrados,
rojos,
sedientos,
nuestros labios,
nuestros vientres,
tu y yo.